viernes, 12 de junio de 2015

Malvinas: El futuro en cuestión

¿Qué debería hacer la Argentina en caso de que se concretara la recuperación de la soberanía de las Malvinas? ¿Qué estrategias deberían plantearse para avanzar en ese camino? ¿Qué políticas económicas se podrían desarrollar si, efectivamente, recobrara las islas? ¿Qué política habitacional debería ponerse en marcha? ¿Cuál debería ser el sistema político que permitiera la mejor coexistencia posible con los actuales habitantes de las Islas? ¿Debería integrarse al territorio de Tierra del Fuego, tal como está estipulado en las actuales leyes nacionales, o podría constituirse como una provincia autónoma? 
Cinco expertos en la temática responden estas preguntas, en un ejercicio que exige una mirada prospectiva, más que un ensayo de política ficción. Se trata de un punto de partida hipotético, improbable en el corto y mediano plazo, como explican los propios especialistas. Pero no hay aquí profecías ni predicciones sino, en todo caso, diversos planteos sobre cómo construir ese escenario de futuro.
 
La gobernadora fueguina Fabiana Ríos explica que
 “los procesos de descolonización son lentos, pero inexorables” y, por tanto, requieren de planificaciones pacientes y de largo aliento. En la misma línea, el investigador principal del Conicet, Carlos Escudé, advierte que “la posibilidad de que la Argentina recupere la soberanía de las Islas es más probable que hace veinte años atrás. Ya no se trata de una utopía, pero hay que entender que es un proceso de largo plazo, que puede llevar medio siglo de negociaciones”. 
Director del Centro Latinoamericano de Investigaciones Científicas y Técnicas (Clicet) y responsable del libro Petróleo y Malvinas,
 Federico Bernal sostiene que, para continuar avanzando en el camino de la recuperación por vía diplomática de esos territorios insulares, se debe profundizar la línea trazada por el gobierno nacional a partir de 2007, cuando se decidió la cancelación de los acuerdos petroleros firmados con el Reino Unido en 1995. En ese sentido, asegura que hay que proseguir con las acciones legales y económicas sobre las corporaciones que operan en Malvinas, y que se deben ahondar las investigaciones sobre la vinculación entre esos activos y distintas compañías financieras y bancarias. 
“También es clave que los países de la Unasur participen de forma conjunta en esta estrategia”, explica Bernal, para quien ese respaldo regional tiene gran relevancia debido al creciente peso de América del Sur en el escenario internacional, y representa la principal fuente de explicación de los recientes movimientos de militarización de la zona por parte de Gran Bretaña. “Malvinas trasciende ya a la Argentina, porque lo que suceda en las Islas hace a la seguridad nacional de todos los países de la región”, afirma. Desde su perspectiva, la controversia por la soberanía de Malvinas es la mayor disputa geopolítica del mapa global, porque incide de forma directa sobre el Atlántico Sur, la Antártida, los estrechos de Magallanes y Drake. Y apunta que la base militar de la OTAN en Malvinas es complementaria de las bases en las islas Ascensión y Santa Helena (ambas ubicadas en el Atlántico, entre América y África) y Diego García (localizada sobre el Índico). 
Doctor en Ciencias Políticas y autor de Sal en las heridas. Las Malvinas en la cultura argentina contemporánea,
Vicente Palermo fue uno de los intelectuales que firmó el documento “Malvinas, una visión alternativa”, en el que se cuestiona la estrategia oficial en relación a la controversia. “Las políticas que se están llevando adelante con respecto a las islas son muy malas. Se trata de un camino costoso, inefectivo y que nos perjudica en otros terrenos, más allá de lo que sucede con las Malvinas, que podría ser un objetivo a larguísimo plazo”, explica en diálogo con Debate. 
Palermo propone un cambio de paradigma en el modo de encarar la vinculación con los actuales habitantes de las islas y con Gran Bretaña. “Se debería llevar una política de entendimiento y cooperación. En vez del hostigamiento, la Argentina podría ofrecer una integración mayor, con provisión de logística y servicios, que los isleños necesitan”, critica. Desde esa lógica, plantea una serie de modificaciones simbólicas, aunque importantes, como que el feriado por Malvinas deje de estar vinculado al 2 de abril y se conmemore en otra fecha, como el 10 de junio. Además, indica que Puerto Stanley debería ser llamado de ese modo, y no como Puerto Argentino, que fue la denominación que recibió durante la guerra de 1982. 
También considera que habría que
 reflotar la fórmula de “paraguas de soberanía”, que protege las posiciones de las partes sin sentar precedentes sobre el fondo de la controversia. Así, sostiene Palermo, se podría plantear un escenario de cooperación con Gran Bretaña para la exploración y explotación de recursos y las investigaciones sobre la sustentabilidad ambiental de la zona. 

MIRADAS PROSPECTIVAS 

Las proposiciones se vuelven, en principio, más esquivas a la hora de imaginar escenarios futuros. Sin embargo, no tardan en llegar y se propagan, múltiples y controversiales. La solución negociada entre Gran Bretaña y China por la cuestión de Hong Kong surge como un antecedente válido. “Hay que observar esos términos de restitución, que fueron el resultado de un largo proceso. China es una gran potencia y, sin embargo, Gran Bretaña impuso una serie de condicionamientos. Así que la Argentina, si recupera la soberanía a través de un tratado, también debería aceptar ciertas estipulaciones”, señala Escudé, responsable del ensayo Realismo periférico: bases teóricas para una nueva política exterior argentina y asesor del ex canciller Guido Di Tella durante la presidencia de Carlos Menem. 
Doctor en Ciencia Política y miembro del Observatorio Malvinas de la Universidad Nacional de Lanús,
 Marcelo Gullo recuerda que China, para dar respuesta a los pedidos del Reino Unido a China, debió darle el estatuto de una “Región Administrativa Especial” a Hong Kong, con un alto grado de autonomía, excepto en los asuntos exteriores y de defensa. También cuenta con poderes independientes, y se mantuvo sin alteraciones el sistema social y económico, incluidas la propiedad privada y empresarial, con libre flujo de capitales y el status de puerto franco y territorio aduanero independiente. 
Así, Gullo sostiene que se debería aplicar plenamente la Constitución Nacional:
 “Los malvinenses son hoy ciudadanos argentinos de pleno derecho”. Pero aclara que se les debería conceder también el estatuto de “provincia bilingüe”, con el derecho a conservar el uso de la lengua, incluso para los empleados públicos. Además, agrega que se debería incentivar la explotación de los recursos naturales y se podría declarar a las Islas como “zona de producción industrial”, como actualmente lo es Tierra del Fuego. 
Doctor en Historia e investigador del Conicet,
 Leandro Morgenfeld dispara una batería de medidas que podrían implementarse: la explotación de recursos pesqueros, que actualmente representan alrededor de cien millones de dólares por la concesión de patentes; una alianza con Brasil para la exploración de petróleo sobre plataforma submarina; políticas de poblamiento de las Islas, similares a las de la Antártida (aunque en condiciones climáticas más propicias), a través de proyectos de investigación científica; y la posibilidad de que los isleños de origen británico mantengan no sólo su lengua sino también la doble nacionalidad, como lo habilitan los tratados vigentes. 
“En América del Sur hay pocas experiencias de Estados plurinacionales, pero debería pensarse en esquemas de educación bilingüe y de gobiernos municipales que en los primeros años estén hegemonizados por los actuales habitantes de las Islas”, plantea Morgenfeld. En ese sentido, también se muestra abierto a la negociación de un sistema político alternativo, concediéndoles el estatuto de una provincia diferenciada. “No sería grave si se evalúa una reforma constitucional para pensar a las Islas como un estado provincial autónomo”, reflexiona. 
Escudé coincide en que se debería crear una provincia aparte, que no debería ser la misma que la de Tierra del Fuego. Además, hace hincapié en la necesidad de respetar el modo de vida de los isleños y de aceptar que el inglés pueda ser la lengua dominante. Con respecto a las políticas poblacionales, indica: “Tiene que estar abierta la posibilidad de que se radique cualquier persona que lo desee, pero, particularmente, preferiría que no se aliente un arribo masivo de argentinos, porque los isleños lo sentirían como una avasallamiento”. 
Por su parte
, Palermo afirma que, ya en la actualidad, Malvinas debería dejar de ser considerada como parte de la provincia de Tierra del Fuego. También sostiene que a los isleños “hay que permitirles que escojan el tipo y el nivel de autonomía que ellos quieran, que es algo que se va a ir modificando a lo largo del tiempo. Pero no alcanza con decir que hay que respetar el modo de vida, como afirma la Constitución, porque eso hoy es insuficiente y se muestra incompatible con el ejercicio pleno de la soberanía en las Malvinas”. 
Autor del libro Petróleo, Estado y soberanía,
 Bernal coincide con la propuesta de Morgenfeld de invitar a los países petroleros de la región (en especial, Brasil y Venezuela) para desarrollar la explotación de recursos hidrocarburíferos en asociación con la empresa estatal Enarsa. De acuerdo a las estimaciones de las principales operadoras internacionales, explica el periodista y bioquímico, el potencial petrolero en el off-shore alrededor de las Islas tendría un mínimo de 6525 millones de barriles. Sin embargo, no se muestra proclive a que las Islas Malvinas se constituyan como una provincia autónoma, sino que considera que hoy son parte del territorio de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur “y así deben seguir”. Los habitantes de las Islas, señala, deben tener el mismo trato que cualquiera de las demás colonias presentes en el territorio argentino. “Hay que respetar su cultura, sus tradiciones y sus deseos, pero en el marco de su incorporación al territorio argentino”, concluye.

(publicada en la revista Debate, jueves 29 de marzo de 2012)

martes, 9 de junio de 2015

Radio Benjamin

A propósito del libro Juicio a las brujas y otras catástrofes. Crónicas de radio para jóvenes, se rescata el valor de las reflexiones de Walter Benjamin sobre radio, técnica y audiencias.


 Por Manuel Barrientos *

Tenía una oportunidad, después de varios meses de insistencia. Veinte minutos para entretener a los radioyentes con un informe sobre su especialidad: la crítica de libros. Le recomendaron que se atuviera al reloj, ¡no podía excederse ni un minuto! Ensayó muchas veces, cronometró cada una de sus palabras. Cuando ingresó –era la primera vez– al estudio, sintió que todo estaba a su disposición. Un reloj que indicaba los minutos (no las horas) advertía “de lo que valía un instante en aquella cámara insonorizada”. Cuando llegó a la mitad del guión, ojeó el reloj y se exaltó: ¡Ya había consumido dos tercios de su tiempo! Saltó páginas del manuscrito, improvisó comentarios y llegó al final. Respiró, satisfecho de su hazaña. Pero el locutor que debía reemplazarlo se demoraba. Comprendió: había visto el segundero, no el minutero. Aún le quedaban cuatro minutos de aire. Tomó el manuscrito y llegó otra vez al final. Pese a su intranquilidad, el locutor lo despidió de modo amable. Le preguntó a un amigo qué le había parecido su presentación. “Estuvo muy bien, lo que falla como siempre es el aparato de radio. El mío se quedó un minuto absolutamente en blanco”, le respondió.
Aguda y temprana reflexión sobre el vínculo entre radio, técnica y audiencias, Walter Benjamin publicó el relato “Al minuto” bajo el seudónimo Detlef Holz –el ascenso del nazismo ya lo había empujado al exilio– en el periódico Frankfurter Zeitung el 6 de diciembre de 1934. No es sólo una narración que conjuga ficción y ensayo: tiene tintes autobiográficos. Benjamin trabajó en las radios SWR Frankfurt y la Berlín FST entre 1927 y julio de 1932.
Algunos de aquellos guiones que escribió y leyó en el programa La hora de la juventud acaban de ser publicados en el libro Juicio a las brujas y otras catástrofes. Crónicas de radio para jóvenes, editado por Interzona, con un recomendable posfacio de Esther Leslie. Son relatos que buscan en los pliegues olvidados de la historia, que dan cuenta de personajes y mundos que ya no están, que fueron desterrados por creencias y saberes cientificistas que luego, a su vez, también se han visto reemplazados. Recuerdan una y otra vez la temporalidad (la irremediable caducidad) en la que se inscriben las leyes y las técnicas.
Se lee (se escucha) en esos guiones el eco lejano pero persistente de los códigos de fraternidad juramentados por las pandillas de salteadores de caminos en la antigua Alemania, antes de ser arrasados por príncipes y barones feudales. De la paradójica tarea de cientistas naturales y eruditos de la filosofía “para fomentar la horrible creencia en las brujas” y así poder perseguirlas y eliminarlas. Entre la toma de la prisión de la Bastilla y el caso del joven Kaspar Hauser, se rememora la catástrofe ferroviaria en 1879 en el fiordo de Tay, en Escocia, y la crónica permite pensar el desfasaje entre los descubrimientos científicos, la reflexión teórica sobre esas nuevas tecnologías y su apropiación social.
Al igual que en “Al minuto” (incluido en la compilación Historias y relatos, publicada por El Aleph en 2005), en los guiones se observan marcas que despiertan al lector (al oyente) del ensueño de la narración y le recuerdan que hay un enunciador; también se encuentran referencias a los límites (¡ay, ese reloj!) que parece imponer la técnica sobre el hecho radial. Es que, en sus textos teóricos sobre el medio, Benjamin sostiene que la centralización del ejercicio de la voz en la radio no es una decisión técnica sino, en todo caso, política. Por eso, reflexiona que es un “grave error” distinguir “entre el conductor y el público” porque esa separación no concuerda con la base tecnológica del medio. La radio es un espacio democrático: su espíritu es “poner a tanta gente como sea posible delante de un micrófono cada vez que sea posible”.
Con las historias que leía a los jóvenes, Benjamin no sólo intentaba redimir a determinados personajes y situaciones borrados de la Historia, sino evitar también la pérdida del propio arte de contar historias. No era un gesto nostálgico –tan cándido como vacío–, sino que se basaba en la certeza de que el pasado ilumina nuestro presente: sin la densidad de la memoria nuestra experiencia se empobrece. “La escasez en que ha caído el arte de narrar se explica por el papel decisivo jugado por la difusión de la información. Cada mañana nos instruye sobre las novedades del orbe. A pesar de ello somos pobres en historias memorables”, advertía (nos advierte) el autor de El libro de los pasajes.

Cincuenta años de nuevo periodismo

Una breve reseña sobre “el nuevo periodismo” cincuenta años después de su surgimiento: un espacio de encuentro con lo diverso, con lo diferente, con lo desigual.


 Por Manuel Barrientos *


Seymour Krim oyó por primera vez el vocablo en 1965. Era redactor-jefe de la revista Nugget y Peter Hamill lo llamó para pedirle un artículo titulado “El nuevo periodismo” sobre reporteros como Jimmy Breslin y Gay Talese. ¿Qué era ese movimiento en ciernes en los Estados Unidos de los años sesenta? ¿Quiénes eran sus referentes? ¿Cuáles eran los recursos innovadores que incorporaba?
En esos primeros artículos publicados en agosto de 1965 sobre el nuevo fenómeno del periodismo norteamericano, se mencionaban como medios pioneros a Esquire y el suplemento “New York” del Herald Tribune y se destacaba a plumas como Breslin, Talese, Dick Schaap y Tom Wolfe.
No era un movimiento “organizado” para socavar o subvertir las bases del periodismo tradicional. Se trataba de algo espontáneo, el resultado de intenciones y deseos individuales que se revelaban, a su vez, como una búsqueda colectiva. La crisis de verosimilitud del lenguaje periodístico los empujaba a la experimentación con dispositivos propios de la narración ficcional: necesitaban multiplicar sus recursos para informar acerca de la complejidad de los acontecimientos que narraban.
“Quería realizar una novela periodística, algo a gran escala que tuviera la credibilidad de los hechos, la inmediatez del cine, la hondura y libertad de la prosa y la precisión de la poesía”, expresaba Truman Capote sobre su libro A sangre fría, publicado de forma seriada en The New Yorker también en 1965. Allí reconstruía el asesinato de una familia de granjeros de Kansas. Fue la primera obra maestra del nuevo periodismo, o de la no-ficción. Para su “relato verdadero de un asesinato múltiple y de sus consecuencias”, tal era el subtítulo del libro, había pasado una extensa temporada en Kansas y siguió durante cinco años la vida en prisión de los homicidas hasta que fueron ejecutados.
Wolfe sostenía que los pilares básicos del nuevo estilo pasaban, en primer lugar, por la construcción del artículo “escena-por-escena”, tomando algunas técnicas de la novela decimonónica y del montaje cinematográfico. El segundo eje era la reconstrucción precisa de los diálogos, recuperando las digresiones y evitando las elipsis, a sabiendas de que era la mejor manera de describir a los personajes. Tercero: se apelaba al “punto de vista en tercera persona”, presentando cada escena a través de los ojos de un personaje particular, para dar al lector la sensación de estar metido en la piel de esa persona y de vivir la realidad emotiva de la escena “tal como él la está experimentando”. De esta forma, se generaba una ruptura con la convencional utilización del punto de vista en primera persona, propia de los autobiógrafos, memorialistas y novelistas. El cuarto procedimiento se basaba en la descripción detallada de los gestos cotidianos, los hábitos, los modales, las costumbres, la vestimenta, el mobiliario, las maneras de comer, las miradas, los estilos de andar de los personajes descriptos. Esas actitudes y posturas actuaban como símbolos para captar el status y el estilo de vida de las personas. “La relación de tales detalles no es meramente un modo de adornar la prosa. Se halla tan cerca del núcleo de la fuerza del realismo como cualquier otro procedimiento en la literatura”, recomendaba Wolfe.
Pero la nueva ola surgida hace cincuenta años no representaba sólo una renovación radical de la técnica periodística, sino que implicaba un cambio en la propia rutina de trabajo. Era tiempo de salir de las redacciones, de saltar a la calle. El nuevo periodismo demandaba más tiempo, había que pasarse “días enteros” junto a la gente sobre la que se estaba escribiendo si se querían reconstruir escenas extensas, diálogos precisos, monólogos interiores, actitudes, expresiones faciales, detalles del ambiente.
Por esos mismos años, Rodolfo Walsh (su Operación Masacre data de 1957), Tomás Eloy Martínez, Osvaldo Soriano o Enrique Raab también configuraban en la Argentina un periodismo que sabía enlazar la precisión de los datos duros con el rigor del detalle que podía “describir todo un mundo”. Aquí y allá el periodismo aparecía como un espacio de encuentro con lo diverso, con lo diferente, con lo desigual.
(publicado en la sección La Ventana del diario Página/12, 4 de marzo de 2015)

lunes, 17 de noviembre de 2014

Mario Riorda: "La Argentina tiene un sistema de partidos roto"



(Por Manuel Barrientos)

El diálogo se pospone por dificultades en la agenda del entrevistado. Un poco en broma, otro poco en serio, Buenos Aires Herald invita a realizarla en Aeroparque o Ezeiza. Unas semanas más tarde, llega el mail con la hora y punto de encuentro. 9.30 AM. Hotel cinco estrellas del centro porteño. Luego de la entrevista, tendrá reuniones en un par de organismos y partidos que asesora e iniciará una gira para participar en congresos en Guaymallén (provincia de Mendoza), Santo Domingo (República Dominicana) y Lima (Perú), con una escala en Córdoba, su ciudad de residencia.
Consultor en estrategia y comunicación política para diversos gobiernos y fuerzas políticas de América Latina, ex decano de la Facultad de Ciencia Política de la Universidad Católica de Córdoba y docente de posgrado en más de veinte universidades, Mario Riorda analiza los posicionamientos del kirchnerismo y de la oposición de cara a las presidenciales de 2015.

Las primarias de 2011 resultaron un mero tránsito hacia la primera vuelta. Las encuestas anticipan una mayor competitividad para las presidenciales de 2015. ¿Los candidatos necesitarán estrategias diferenciadas entre las PASO y las generales? 
En términos generales, las elites que toman estas decisiones no están preparadas todavía para pensar y actuar de manera estratégica de cara a las primarias. Hay que recordar que nuestras PASO fueron básicamente inspiradas en el sistema uruguayo. Independientemente de quién gane, en ese modelo lo que importa es que la sumatoria de A+B en las primarias se sinergice y sume más para una primera vuelta. Allí los partidos se preparan para eso: en promedio, hay dos candidatos competitivos en cada fuerza; e, incluso, dejan la posibilidad a terceras opciones internas con muy poca intención de voto. Pero la estrategia de las fuerzas argentinas todavía está muy lejos de ello.
¿Por qué razones?
Hoy el oficialismo tiene seis o siete candidatos. De esta forma, se desdibuja la idea de “principales favoritos”. En un momento en el que la hiperpersonalización es hegemónica en el escenario político global, esa diversidad de postulantes va en desmedro de los posicionamientos. Lo mismo sucede con UNEN. Allí su disgregación no es casual, porque no llega a considerar liderazgos eventuales. En cambio, las ofertas del PRO y del Frente Renovador están careciendo de competidor. Tanto Mauricio Macri como Sergio Massa comprenden que el hiperpersonalismo es más importante que los partidos políticos en la atracción electoral, pero se encuentran con dificultades para seguir ampliando sus chances en una primera vuelta luego de las PASO.
En principio, parece más factible que el FPV y Unen puedan adelgazar la cantidad de postulantes a que el PRO y el FR sumen precandidatos alternativos.
Se habla de postulantes muletos, pero ya esa expresión es peyorativa para quienes quieran competir internamente. El problema es que la Argentina tiene un sistema de partidos roto. En cambio, en Uruguay hay un régimen de partidos estables. Hoy se observan cuatro escenarios bien divididos: kirchnerismo, PRO, Frente Renovador y UNEN. Pero es muy difícil que este último espacio se consolide como una opción competitiva en términos electorales. Por eso, es probable que sea cooptado -o parcialmente superpuesto- por el PRO y el FR.
Eduardo Fidanza, director de Poliarquía, señala que cerca del 60% de los argentinos hoy reclama “continuidad con cambios”. ¿Qué ocurre con aquellas fuerzas que tienen como eje de campaña su dura oposición al gobierno nacional?
En los años noventa se pasó de una concepción estadocéntrica a otra en la que el mercado tenía un poder mucho mayor que el Estado. Luego ese proceso fue revertido por el kirchnerismo y el Estado pasó a ser otra vez el actor preponderante. Junto a la latinoamericanización del discurso -no sólo en términos geopolíticos sino también identitarios-, esa mirada proestatal representa una posición ideológica muy solidificada en una sociedad que hoy difícilmente quiera ciclos que empiecen de cero. En la Argentina no hubo sedimentación de los aprendizajes en la cultura política y social. Pero ahora, aún quienes no son partidarios del kirchnerismo, están buscando evitar la dialéctica del ensayo y error para pasar a una lógica en la que se mantenga aquello que fue útil. ¿Qué es lo que se quiere modificar? Es un latiguillo demasiado trillado, pero se pide un cambio de “las formas” y del rumbo económico. Fuera de eso, no hay una sensación de que no anda nada ni se cree que hacen falta cambios drásticos del modelo.
En esa línea, ¿cuáles serán los ejes clave de la campaña?
La discusión con respecto a la derogación de leyes que se dio un par de semanas atrás permite augurar que se planteará un modelo similar al de la elección presidencial brasileña. Es decir, funcionará la lógica de manual: “no perder lo hecho”, por parte del oficialismo; “cambiar lo mucho malo”, por el lado de la oposición. Son estrategias muy duras y rústicas, pero muy efectivas. No me refiero a una campaña sin códigos, sino a aquellas que tienen la adversariedad y la idea de diferenciación muy explícita, tratando de captar a sus votantes fieles. Pero estimo que habrá dos tipos de campañas, porque las estrategias para el balotaje pueden ser más moderadas.
En esa línea, ¿qué rol podría jugar Cristina de Kirchner en la campaña?
Néstor Kirchner y Cristina han representado liderazgos rectores, que le dieron una cierta estabilidad a un sistema de partidos roto, que había empezado a crujir en 1999, se licuó en 2001, hizo eclosión en 2003 y se mantuvo así hasta la actualidad. Quizá la diferencia que marcaron las elecciones pos 2003 es que estos liderazgos les quitaron competitividad y ordenaron un sistema en base a un actor dominante y diferentes piezas satelitales, con poca acción colectiva entre sí. Esa lógica puede cambiar en 2015, al finalizar ese liderazgo rector de Cristina, que si bien sigue existiendo se vuelve relativo en comparación con sí mismo. Sin embargo, la Presidenta continúa con muchísima fuerza para ser la gran electora interna en el FPV. No es un dato menor, porque el oficialismo tiene garantizado un muy buen desempeño en las PASO y en la primera vuelta. Si bien esta intención de voto variará de aquí a las elecciones, difícilmente baje a menos del tercio. En ese porcentaje, el rol de Cristina será determinante si es que decide volcarse para el primero o el segundo de los postulantes. Es decir, Daniel Scioli o Florencio Randazzo. Pero no creo que le alcance para ganar si se vuelca por otra alternativa por fuera de estos dos nombres. La explicación de esto es importante: el 100% de quienes elegirían a Scioli han sido votantes de Cristina; y lo mismo sucede con Randazzo. Es decir que hoy se registra muy poca fuga de votos de una fuerza a otra, y ese tercio que votaría al oficialismo tiene una relación identitaria y emotiva con el kirchnerismo.
Señaló que uno de los principales cuestionamientos al gobierno nacional pasa por sus “formas”, por su estilo de comunicar. Sin embargo, ha logrado mantener el manejo de la agenda pública (la comunicación de corto plazo) y ha construido un sentido de pertenencia en al menos un tercio de los votantes (una identificación basada en tiempos más largos).
Este gobierno entendió una serie de postulados que hacen a ciertas tendencias muy contemporáneas de la política en general y de la comunicación política en particular. Si me piden que defina qué es la comunicación política diría que es el intento del control de la agenda pública. Por lo tanto, lograr ese control a lo largo de más de diez años es muchísimo. En segundo lugar, yo defino como “mito de gobierno” a aquello que se denomina como relato. Es decir, una comunicación de tipo simbólico, anclada en valores, con la función de generar esperanza y que, una vez instalada, puede alimentarse a sí misma. Para que ese mito de gobierno funcione tiene que haber plena correspondencia entre el decir y el hacer. En esta época multimedial, son muy pocos los que lograron en América latina la cristalización de este mito con estos niveles de magnitud y profundidad. Se trata de una virtud del kirchnerismo. Pero ese mito no puede sostenerse si cruje alguno de esos componentes. En la Argentina, ese mito ha tenido tres valores que lo solidificaron: las políticas de inclusión social; el crecimiento económico; y las políticas identitarias ligadas a los derechos humanos, a la latinoamericanización del discurso, el matrimonio igualitario, etc. En estos últimos años, crujió el crecimiento económico y lo hizo tambalear en ese aspecto, pero el resto permanece incólume. El ex presidente chileno Ricardo Lagos decía que para generar conciencia social muchas veces hay que pujar contra los límites. Este gobierno pujó y pujó para transformar y de alguna manera deja herida parte de la institucionalidad. Pero si uno se guía por datos de Latinobarómetro, la demanda de esta ejecutividad para la transformación es bastante más valorada que lo otro, teniendo en cuenta que en América latina hay muchas demandas estructurales que no han sido resueltas. Por eso, los gobiernos que avanzan en este línea son más premiados que castigados.


BIO
Fecha y lugar de nacimiento: 15 de mayo de 1972, Hernando, provincia de Córdoba.
Estudios completos (datos de colegio primario, secundario y universidad):
Escuela Primaria: Escuela Nacional Nº 275 de Hernando.
Escuela Secundaria: Escuela Superior de Comercio La Santísima Trinidad de Hernando.
Estudios Universitarios: Licenciado en Ciencia Política en la Universidad Católica de Córdoba. Magister en Política y Gestión Pública de UES21. Doctorando en Comunicación Social, con especialidad en asuntos públicos, en la Universidad Austral.
Trabajo actual: Consultor político. Docente universitario de posgrado en el Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset (España), Universidad Católica de Córdoba, Georgetown University, Universidad Complutense de Madrid, Universidad Austral, entre otros.
Trabajos anteriores: Decano en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Córdoba.
Rutina informativa: (radio, tv y diarios al detalle): todos los medios nacionales e internacionales, a través de clippings de los organismos y partidos políticos a los que asesora.
Está leyendo: Diversos libros y papers de ciencias sociales y la novela “Aprender a rezar en la era de la técnica”, de Gonçalo M. Tavares.

(la versión en inglés de la entrevista se publicó en el Buenos Aires Herald)

Entrevista con Mario Riorda: The challenges of 2015


Political consultant Mario Riorda in a file photo.
By Manuel Barrientos
For the Herald
Political consultant Mario Riorda says people don't want a new president ‘to start from scratch’
Former dean of the School of Political Science at Córdoba’s Catholic University, Mario Riorda is a consultant on matters of political strategy and communication for several Latin American governments and political parties. In an interview with the Herald recently, he analyzed the positions taken by Kirchnerism and the opposition ahead of the 2015 presidential elections.
The 2011 primaries turned out to be a mere stopover on the way to the first round. Polling suggests that the 2015 presidential elections will be more competitive. Will the candidates need different strategies for the primaries and the general elections?
Generally speaking, the elites that take these decisions are not yet prepared to think and act strategically in terms of the primaries. It must be noted that our primaries were basically inspired by the Uruguayan system. Regardless of who wins, what is important in that model is that “the sum of A plus B” in the primaries synergizes and adds up toward the first round of voting. There the parties prepare for that: on average, there are two competitive candidates in each party and they even open up the possibility for a third internal option with limited chances of receiving votes. But the strategies used by the Argentine parties are still a long way from that.
Why is that?
Today the ruling party has six or seven candidates. As a result the idea of “principal favourites” is watered down. At a time when hyper-personalization is hegemonic on the global political scene, that diversity of candidates works against the positions taken thus far. The same thing occurs with UNEN. There the disaggregation is no accident, because there is no consideration of eventual leaderships. In turn, the PRO and Renewal Front tickets are missing a competitor. Both Mauricio Macri and Sergio Massa understand that hyper-personalism is more important than political parties in terms of electoral attraction, but they find themselves with the difficulty of how to increase their chances in the first round after the primaries.
In principle, it seems more likely that the Victory Front (FpV) and UNEN can thin down the number of candidates rather than the PRO and the Renewal Front pick up alternative candidates.
There is talk of “stand-in” candidates, but that expression is already pejorative to those who want to compete internally. The problem is that Argentina has a broken party system. On the other hand, in Uruguay there is stable party system. Today four clearly divided spheres are discernible: Kirchnerism, PRO, Renewal Front and UNEN. But it is very unlikely that the latter will consolidate in electoral terms. That is why it is likely that it will be co-opted (or partially overlapped) by the PRO and the Renewal Front.
Poliarquía consultancy head Eduardo Fidanza says that about 60 percent of Argentines today want “continuity with change.” What happens with those parties that have as their main thrust their strong opposition to the government?
In the 90s there was a swing from a state-centric conception to another one in which the market had much more power than the state. Then the process was reverted by Kirchnerism and the state once again became the preponderant actor. Along with Latin Americanization of the discourse, that pro-state vision is a very solid ideological position in a society that today is unlikely to want for mandates to start from scratch. In Argentina there hasn’t been in the political and social culture a process of taking in the lessons learned. But now even those who aren’t sympathetic to Kirchnerism are seeking to avoid the dialectics of trial and error and are trying to keep that which was useful. What do they want to change? It’s a worn-out cliché, but a change in “manners” and the direction of the economy. There isn’t a feeling that nothing works nor that drastic changes are required to the model.
With that in mind, what will be the primary themes of the campaign?
The debate over the repeal of laws that we saw a few weeks ago makes it possible to augur a similar model to the one we saw during the Brazilian presidential elections. That is to say that the textbook approach: “don’t abandon what has been done” from the ruling party and “change all that is bad” from the opposition. These are timeworn and blunt strategies, but also very effective. I don’t mean that there will be an ugly campaign, but one in which differentiation and the concept of adversaries will be very explicit in an effort to capture loyal voters. But the strategies for the runoff could be more moderate.
In that respect, what role could President Cristina Fernández de Kirchner play in the campaign?
Néstor Kirchner and Cristina Fernández de Kirchner have played defining leaderships, which gave a certain stability to a broken party system that began to creak in 1999, dissolved in 2001 and re-emerged in 2003 and which has remained stable until now. Perhaps the difference in the elections after 2003 has been that those leaderships decreased the competition and established a system around dominant actors and diverse peripheral satellites that did not establish much collective action among themselves. That can change in 2015 when Fernández de Kirchner’s guiding leadership, which will continue to exist but will diminish relative to itself, will come to an end. However, the president retains enough strength to be the FpV’s kingmaker. That is not a minor detail, because the ruling party is guaranteed a good result in the primaries and the first round. Even though the numbers will fluctuate from now until the election time, it is unlikely that it will drop below a third of the total vote. Given that percentage, the president’s role will be decisive whether she chooses to support the candidates placed first and second in the running. That is, (BA province Governor) Daniel Scioli or (Interior and Transport Minister) Florencio Randazzo. The explanation is important — 100 percent of those who would vote for Scioli have been Fernández de Kirchner voters and that same is true for Randazzo. Today there is very little switching of allegiances by voters and that third of the population that is likely to vote for the ruling party has an emotional and identity-based link with Kirchnerism.
You mentioned that one of the main criticisms of the government has been for its “manners.”. However, it has managed to keep control of the public agenda and built a sense of belonging for a third of voters.
This government has identified a number of elements that are trends in contemporary politics and political communication in particular. If you ask me to define what political communication is, I would say that it is the attempt to control the public agenda. Therefore, achieving that control for more than 10 years is an important feat. Secondly, I define a “government myth” that which is considered a narrative. That is to say a symbolic message anchored in values with the function of generating hope that once it is put into place can become self-perpetuating. For that government myth to work there has to be a complete match between discourse and action. In this multimedia age there are very few governments who have managed to crystallize this myth to this extent and depth. It is one of Kirchnerism’s virtues. But that myth cannot persist if one of its components begins to crumble. In Argentina the myth has been bolstered by and based around three value — social inclusion policies, economic growth and the identity policies linked to human rights, the Latin Americanization of the discourse, gay marriage, etcetera. In the last few years economic growth has been unsteady and the myth has been shaky in that regard. But the rest remains steadfast. Former Chilean president Ricardo Lagos said that to create a social awareness it is often necessary to push against the limits. This government pushed and pushed in a bid to transform and in some ways has wounded some of the institutions.

(publicada en Buenos Aires Herald, 17 de noviembre de 2014)

martes, 21 de octubre de 2014

Abuelas cumple 37 años: cómo sigue la lucha después del aluvión

POR MANUEL BARRIENTOS

S
e disparó un aluvión de gente que viene al organismo buscando su verdadera identidad o se acerca para aportar una denuncia de algún caso de apropiación”, explica Abel Madariaga, el secretario general de Abuelas de Plaza de Mayo, sobre el fenómeno que se produjo luego de las restituciones en agosto último de Ignacio Guido Montoya Carlotto y Ana Libertad Baratti de la Cuadra.
Desde la institución aportan un número contundente: recibieron 4.900 correos electrónicos con interrogantes o denuncias. Ahora es el momento de procesar y sistematizar toda la información recibida, seguir líneas de investigación y avanzar en la resolución de nuevos casos. Aún quedan 385 jóvenes que fueron apropiados durante la última dictadura y no conocen su verdadera identidad.
“Mi sentimiento es que todo este fenómeno que se desató tiene que generar la restitución de un par de nietos más, porque nunca habíamos visto una reacción social tan fuerte y tan positiva”, explica Madariaga, quien pudo encontrarse en febrero de 2010 con Francisco, el hijo que había tenido con Silvia Quintela, quien continúa desaparecida desde 1977.
Con respecto a las nuevas (o no) estrategias que desarrollará la institución para lograr las próximas restituciones, una de las claves debe leerse en la última campaña televisiva masiva. El spot muestra a una joven con su madre en el consultorio médico y a una pequeña hija en brazos. La médica la consulta por los antecedentes familiares y la abuela responde con rápidos “no”. La joven, sin embargo, recuerda: “Papá es diabético”. Con gestos de intranquilidad, la abuela pregunta sobre la importancia que puedan llegar a tener esos datos. “Para el bebé es fundamental”, manifiesta con certeza la pediatra. Entre la ahora supuesta madre e hija se cruzan miradas de preocupación. “No le dejes a tu hijo la herencia de la duda: resolvé tu identidad ahora”, cierra la publicidad. Así, explicita que los jóvenes apropiados ya tienen entre 34 y 39 años y muchos de ellos hoy pueden ser padres o madres. De este modo, una vida atravesada por la mentira no sólo los afecta individualmente sino también a sus propios hijos.
“Es una campaña que seguirá vigente y que tenemos que lograr instalar de forma masiva”, ratifica Madariaga. Desde el organismo recuerdan que, desde hace años, trabajan en los jardines de infantes y en las escuelas primarias. Junto al Ministerio de Educación de la Nación han elaborado el proyecto “Las Abuelas nos cuentan”, una colección integrada por videos audiovisuales y ocho libros de cuentos de nueve autores, un cuadernillo para el docente para el nivel inicial y uno para el nivel primario. “Buscamos que los hijos consulten a sus padres apropiados sobre su verdadera identidad y los motiven a acercarse a Abuelas y hacerse el análisis de ADN”, explican.
Otra línea de trabajo que se corroboró con la restitución del nieto de Estela de Carlotto radica en que los jóvenes apropiados no viven sólo en la Ciudad de Buenos Aires o en otros grandes centros urbanos, sino en pueblos y ciudades de las distintas provincias argentinas (Ignacio Guido Montoya Carlotto fue criado en el campo y desarrolló su adolescencia y adultez en Olavarría) o en el exterior del país (como en el caso de Ana Libertad). 
Con filiales en Córdoba, Rosario, Mar del Plata, La Plata y Ayacucho, hace una década los equipos técnicos de las Abuelas de Plaza de Mayo y los de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) organizaron la Red por la Identidad, que suma nodos en treinta ciudades, desde Ushuaia a San Salvador de Jujuy. También tiene puntos de apoyo en España e Italia. “Para llegar a todo el país son fundamentales las publicidades en la televisión abierta, porque continúan siendo las estrategias verdaderamente masivas y que permiten llegar a los pequeños pueblos de todo el país”, indica Madariaga.
En ese sentido, reconoce que el “aluvión” generado por la restitución de Guido estuvo precedido por una instalación muy fuerte de la lucha de Abuelas a partir de los spots que protagonizaron Lionel Messi, Javier Mascherano y Ezequiel Lavezzi durante el último Mundial de Fútbol de Brasil. “Ya se venían acercando muchos jóvenes, porque fue increíble la ayuda que nos brindó la Selección”, dice.
Estas campañas masivas también se enlazan -y deben ligarse- a otras estrategias focalizadas. Madariaga entiende que debe avanzarse con publicidades gráficas en las revistas institucionales de las fuerzas armadas y de seguridad, ya que buena parte de los apropiadores forman (o formaron) parte de esas instituciones y, por tanto, los jóvenes buscados pueden haber seguido esas carreras.
Si algunos titulares indicaban que, con la restitución de Guido Montoya Carlotto, “Abuela de Plaza de Mayo culmina su lucha” queda claro que el organismo aún tiene 386 motivaciones para continuar con el trabajo que comenzó hace 37 años. Y múltiples estrategias para avanzar con la búsqueda.
(publicada en la revista Debate, septiembre de 2014)

miércoles, 15 de octubre de 2014

Juan Carlos Torre: “En el peronismo hay un alma permanente y un corazón contingente”

Torre acaba de publicar Ensayos sobre movimiento obrero y peronismo como parte de su larga obra de estudio de este movimiento político. El kirchnerismo se incorpora a la mesa de este ámbito de investigación social.




 Por Manuel Barrientos

–Recién, antes de comenzar la entrevista, usted contaba que desde hace muchos años busca “desembarazarse” de sus estudios sobre el peronismo para poder abocarse a otras temáticas. ¿Por qué, sin embargo, el peronismo ejerce esa atracción que obliga a repensarlo una y otra vez, como lo demuestra la reciente publicación de su libro Ensayos sobre movimiento obrero y peronismo?
–Durante un tiempo, me dediqué al estudio del peronismo porque era “el” tema de la agenda de la sociología impulsada por Gino Germani dentro de la que me formé. Entonces, todas las preguntas giraban acerca de las condiciones del surgimiento de ese movimiento político que dividió en dos la historia política de la Argentina contemporánea. Como parte de la generación de sociólogos formada en los años sesenta, me ocupé de esa temática centrándome en la relación entre trabajadores, sindicatos y peronismo. Actualmente, hay nuevas camadas de investigadores que han incursionado en el estudio de los años clásicos del peronismo, me refiero al período 1945-1955. Gracias a ellas se ha avanzado en la exploración de aspectos que habíamos dejado de lado porque eran otras las preguntas que teníamos. Me refiero a aspectos que tienen que ver con la penetración del peronismo en las provincias y las políticas públicas y cambios sociales en los que se plasmó esa experiencia histórica.
–¿Esos nuevos trabajos lo han ayudado a repensar su obra?
–Quizá no soy muy justo con sus contribuciones, pero en líneas generales diría que no me han llevado a revisar la clave interpretativa en torno de la que formulé mi propia visión de la naturaleza del fenómeno político gestado en la decisiva coyuntura de 1945.
–¿Cómo describiría esa clave interpretativa?
–Por medio de ella he querido llamar la atención sobre un fenómeno de duraderas consecuencias, el sobredimensionamiento del lugar político ocupado por los trabajadores dentro del movimiento peronista. Es verdad que en los años cuarenta era previsible el mayor protagonismo del mundo del trabajo en una Argentina más industrial y urbana. Pero las contingencias de la vida política ampliaron su gravitación hasta el punto en que el propio peronismo terminó él mismo transformado. Señalo al respecto que el peronismo tal como fue concebido originalmente por Perón fue muy distinto del que finalmente resultó.
–¿En qué sentido fue modificado ese proyecto inicial?
–Tal como fue concebido en los tramos iniciales de la aparición de Perón en la vida pública, el peronismo era mucho más ecuménico, más abarcador, era el eje vertebrador de una gran coalición que reuniera vastos sectores de la nueva sociedad gestada al compás de las transformaciones de la época. Sin embargo, las vicisitudes de la coyuntura política, condensadas en la jornada del 17 de Octubre, le dieron un sesgo más obrerista. Puede decirse que, en su ambición, el peronismo se parecía a otros tantos movimientos nacionales y populares que se conocieron en América latina en los años 1940 y 1950, pero que se singulariza en ese universo por el peso formidable que tuvo la participación obrera organizada. De allí que la empresa política de Perón, que se proponía poner al país al abrigo de la agudización de la lucha de clases –un desenlace esperable si el Estado permanecía alejado, indiferente, a las cuestiones del trabajo–, terminó creando las condiciones políticas para la intensificación a posteriori del conflicto social.
–Usted señala que el peronismo original terminó siendo diferente del que se expresó luego con Perón en la presidencia. En ese sentido, podría decirse que ese proyecto inicial se pensaba como un movimiento más similar al del Partido Revolucionario Institucional (PRI) de México, en tanto amalgama de múltiples fuerzas sociales y políticas. ¿Qué similitudes y diferencias encuentra, tanto en su surgimiento como en su devenir posterior, entre ambos movimientos que hoy están en el poder en sus respectivos países?
–En primer lugar, el PRI es más incluyente de lo que terminó siendo el peronismo. Como dije, el peronismo inicial se proponía como una gran coalición social y política que, con eje en el Ejército y la Iglesia, aglutinara a las principales fuerzas sociales. La convocatoria de Perón no tuvo el alcance que esperaba. El mundo de los negocios no se avino a la propuesta de Perón de que era mejor sacrificar el 35 por ciento de sus privilegios a correr el riesgo de perder el ciento por ciento en un futuro cercano y cerró filas contra una política que ampliaba los derechos del mundo del trabajo. El PRI mexicano logró, en cambio, una gran amalgama de trabajadores, campesinos e, inclusive, de sectores empresarios. Por otra parte, la centralidad del liderazgo de Perón no tuvo correlatos en la trayectoria política del PRI.
–¿Cómo inciden esas diferencias en sus puntos de partida en sus respectivos desarrollos históricos?
–El PRI fue el fruto del acuerdo concertado por la clase política que hizo la revolución mexicana, la cual, para poner fin a la violencia suicida desatada en sus filas por los liderazgos en disputa, decidió hacer un pacto que reguló la sucesión en el poder. El peronismo, en cambio, nunca logró resolver el problema de la sucesión porque fue la obra de un hombre. Este es el segundo e importante contraste, porque el peronismo es un movimiento con un fuerte liderazgo personalista y el PRI es una máquina política articulada a partir de una regla clara de sucesión. Pasando ahora a sus semejanzas, diría, en primer lugar, que ambos movimientos tienen en común un fuerte arraigo popular. En segundo lugar, otra de las semejanzas es su gran ductilidad ideológica. Tantos años en la gestión del gobierno de México le dieron al PRI la cintura necesaria para saber cambiar el paso cuando se modificaban las circunstancias históricas. A lo largo de su trayectoria, el peronismo ha sabido también cambiar el paso frente a los desafíos nuevos que le puso la contingencia histórica. Perón fue el primero en acomodarse a las circunstancias cuando, sobre el final de su segunda presidencia, estuvo dispuesto a archivar su retórica nacionalista para abrir el país a las empresas petroleras extranjeras. Sus sucesores tendrían un espejo en el que justificar sus virajes. En un caso y en el otro, sobre el telón de fondo de ciertos principios generales muy vagos, que admiten interpretaciones coyunturales, los virajes han estado a la orden del día. Es decir, en algún momento, la lealtad al PRI equivalía a estar en contra del mercado y en otros estar a favor. Desde el retorno democrático en 1983, el peronismo en el gobierno supo conjugar el verbo del mercado y el verbo del Estado. En definitiva, esta ductilidad en materia de políticas ha convertido a ambos movimientos en un partido de todas las estaciones.
–Entre sus contribuciones se destaca el intento de calibrar la verdadera dimensión de los aportes de la vieja guardia sindical en el surgimiento del peronismo. En esa línea, usted destacó además sus dificultades para producir una agenda propia con Perón en el poder.
–En el momento de la irrupción de Perón existía una clase dirigente sindical que respondió a su convocatoria, y sirvió en un comienzo para hacer de puente entre el jefe militar y el mundo del trabajo en expansión, a la vez que ofreció sus capacidades en materia de organización a los nuevos obreros. Sectores de esa vieja guardia sindical pretendieron actuar con cierta autonomía con respecto al emergente líder popular. Fue un intento que no tuvo mucho alcance, porque, en rigor, bien pronto sus seguidores respondían más a Perón que a esos dirigentes. En esas circunstancias, la bandera de la independencia política perdió sustento porque significaba quedarse fuera de la gran fiesta que se estaba montando con Perón en el gobierno. Solo un puñado de ellos mantuvo una actitud de rebelión, pero conocieron muy rápidamente el ostracismo. Ahora bien, si puede decirse que en términos políticos el proyecto laborista terminó en un fracaso, con una perspectiva de más largo plazo de esa experiencia quedó algo muy importante: un movimiento obrero que mantuvo una personalidad diferenciada dentro del vasto movimiento reunido alrededor del liderazgo de Perón. Y esa personalidad diferenciada, a la que Perón debió darle un lugar también distintivo al crear la rama sindical, va a acompañar de allí en más al movimiento peronista, hasta convertirse, en los años oscuros de la proscripción, en la columna vertebral del peronismo. Es difícil encontrar movimientos en América latina de perfiles parecidos al peronismo que tengan que convivir con una vertiente sindical tan consistente. Y que además sea una fuente de conflicto sobre la conducción de esos mismos movimientos.
–Precisamente, muchas veces se ha reiterado ese conflicto entre los líderes sindicalistas y los dirigentes peronistas que están en el gobierno. ¿Por qué, sin embargo, nunca se terminó de consolidar un partido sindical o laborista?
–En realidad, deberíamos preguntarnos por qué las fuerzas peronistas no se amalgamaron en una unidad y por qué, a lo largo de su historia, fueron el ámbito de sectores sociopolíticos diferenciados. Es decir, la ideología peronista que recubrió a todo ese gran movimiento no tuvo, a mi juicio, una densidad tal que los reconvirtiera a unos y a otros en algo distinto de lo que eran. De modo que vamos a tener sindicalistas peronistas, políticos peronistas, jóvenes peronistas, pero cada uno reteniendo una identidad propia. Así, el peronismo se ha convertido más en un adjetivo que en un sustantivo. Y, a la vez, eso explica la recurrencia con la que los distintos sustantivos reunidos bajo las banderas del peronismo confrontan entre sí. O sea, no es que el peronismo no se volvió un laborismo, sino que tampoco se volvió un movimiento político unificado. El peronismo mantuvo un estado de no fusión de las distintas vertientes que supo congregar. A lo largo del tiempo, eso ha sido un ámbito de conflictos sobre la identidad del movimiento: por ejemplo en los setenta, cuando se esbozó un peronismo socialista, o como ocurrió más de una vez en la puja entre dirigentes políticos y dirigentes sindicales.
–¿Usted consideraría al peronismo como una suerte de amalgama o trama que no dota de una identidad fuerte a sus partes?
–El peronismo no es un comunismo. La densidad ideológica y cultural de los movimientos comunistas es muy intensa: se podría decir que los que entran al comunismo se vuelven comunistas, cualesquiera sean sus marcas de origen. Pero los que entran al peronismo siguen siendo lo que eran antes de su ingreso. Como esos principios de identidad previos no se borronean o caducan, existe siempre en las filas del peronismo un estado de efervescencia que tiene con frecuencia mucho que ver con esos orígenes diversos nunca cancelados. Hace poco Hugo Moyano se hizo eco de ese estado de cosas al proclamar, frente a una presidente elegida por el peronismo, que llegará el momento en que sea un dirigente obrero quien acceda a la presidencia en nombre del peronismo.
–Pocas semanas atrás, un gobernador peronista me planteaba que la sucesión iba a venir del propio peronismo, porque los obstáculos que hay que sortear para sobrevivir dentro de ese movimiento generan ciertas aptitudes para sobrevivir luego en el mapa más amplio de la política argentina.
–Por supuesto que sí. Sin embargo, para que esa competencia se resuelva con una alternancia a partir del propio peronismo, la oposición debe continuar en este estado de bancarrota en el que se encuentra. Ciertas veces, el litigio dentro del peronismo abre la puerta a una irresponsable división de sus filas. En 1999, por ejemplo, asistimos a una derrota autoinfligida a causa de las rivalidades entre Carlos Menem y Eduardo Duhalde. No fue un triunfo de la Alianza. Hoy en día estos juegos están habilitados por el escaso peso electoral de la oposición. Pero si sigue tirando demasiado de la cuerda, no hay que descartar sustos políticos, porque en los últimos tiempos se han estado incubando fracturas importantes dentro del peronismo.
–¿Por qué podría suceder eso?
–Uno podría decir que en el peronismo hay un alma permanente y un corazón contingente. El alma permanente está alimentada por principios rectores que hacen a los valores tradicionales del peronismo, como el nacionalismo, el estatismo, la justicia social, la protección social... Sobre ese telón de fondo, la conducción del peronismo se sintoniza con el clima de época bajo la inspiración de su corazón contingente. Sea porque ese clima de época se eclipsa, sea porque se cometen errores políticos, la estrella de ese peronismo contingente puede perder su brillo. En estas condiciones, se activan los reflejos del peronismo permanente para ofrecer una nueva oferta a fin de continuar en carrera y seguir siendo el partido predominante en Argentina. Tengo la impresión de que en la actualidad estamos asistiendo a los prolegómenos de este ciclo peronista. Ya ocurrió con el menemismo, que fue el perfil del peronismo contingente gestado en el contexto de la hiperinflación de 1989. Hoy el kirchnerismo, que es el perfil del peronismo contingente surgido de la hecatombe económica y política de 2001, está siendo confrontado con una oposición desde adentro de las filas del propio movimiento. A la vista del panorama que tenemos por delante, cabe preguntarse por el legado de casi una década de gobierno con el signo K. Ya sabemos que las consignas por mercado de la temporada menemista se diluyeron sin dejar huellas. Qué decir de las capacidades de este nuevo peronismo contingente de inspiración kirchnerista para perdurar más allá de la oportunidad histórica que supo aprovechar. Tomemos un ejemplo: la versión K de los derechos humanos y uno de sus emblema, Hebe de Bonafini. Al respecto, recuerdo un incidente en la campaña electoral con vistas a las elecciones de 1983: en un acto en la cancha de Atlanta organizado por el PJ, las Madres de Plaza de Mayo debieron retirarse en medio de la hostilidad de los que asistían y que veían en los retratos de los desaparecidos el rostro de los infiltrados condenados en su momento por Perón. En un movimiento en el que los conflictos políticos del pasado conservan la vitalidad de siempre, nos lo ha recordado hace poco la reapertura del dossier del asesinato de José Ignacio Rucci. No sería una sorpresa que el eventual retorno del peronismo permanente ponga en cuestión la versión kirchnerista de los derechos humanos.
–¿Por qué muchas experiencias, desde el retorno de la democracia hasta la fecha, intentaron proponerse como una suerte de “superación” del peronismo? Me refiero, por ejemplo, al cafierismo o el menemismo.
–No creo que haya habido en esas experiencias una voluntad de superar al peronismo. En realidad, una y otra buscaron recrear al peronismo y ponerlo en sintonía con el momento histórico de la época: la llamada renovación peronista con Antonio Cafiero a la cabeza, para hacer del peronismo un movimiento con una dinámica política de corte democrático y disputarle esa bandera al radicalismo; la experiencia de Carlos Menem, para gestionar desde el peronismo los vientos del neoliberalismo. El peronismo se recrea de forma permanente para estar a la altura de los tiempos. Uno de los problemas que enfrentan los partidos políticos es la coherencia.
–¿En qué sentido?
–Un partido demasiado coherente está condenado muchas veces a dejar pasar su cuarto de hora. Los partidos deben tener, preservando un núcleo duro de lealtades, la cintura suficiente que les permita ofrecer una oferta electoral competitiva. Es decir, deben poder capturar las demandas que están en la agenda de época a los efectos de sumar a su electorado propio otras fuerzas que le brinden el plus necesario para prevalecer electoralmente. Para eso, se requiere una buena dosis de agnosticismo en materia de políticas; en otras palabras, una gran flexibilidad para, como dije, saber cambiar el paso.
–De ese modo, ¿lo que usted señala como un “posperonismo” para designar el proyecto kirchnerista sería, en realidad, un nuevo peronismo?
–A falta de palabras mejores, cuando hablo de un posperonismo me refiero a la promesa de un peronismo nuevo en su orientación ideal y en su contextura, que fue alumbrada como proyecto por Néstor Kirchner en 2005, cuando señaló que el ciclo histórico del peronismo tal como lo conocíamos hasta entonces estaba acabado. Menem no trató de hacer otro peronismo: se limitó a hacer un viraje en sus políticas públicas y no buscó transformar la dirección y la trama de sus instrumentos de acción. Me parece que ahora sí existe la intención de superar al peronismo. Adonde antes teníamos al movimiento obrero y la liga de gobernadores, ahora tenemos a Unidos y Organizados, los movimientos sociales y la juventud camporista, que son la expresión de la tentativa de regenerar las ramas secas del pejotismo y de la burocracia sindical. En el contexto de una oposición institucional debilitada, lo que tenemos en el centro de la vida pública es la ambición de este proyecto posperonista y la reacción previsible de ese peronismo permanente, custodio de las veinte verdades enunciadas por Perón, que se resiste a entrar en la historia.
–¿La ruptura del kirchnerismo primero con el duhaldismo y ahora con el moyanismo debe interpretarse en esa línea?
–Tengo esa impresión. Cuando observamos los nombres de los que están haciendo banco en las filas del peronismo, hay figuras que no ven con ojos entusiastas este proyecto posperonista, que amenaza con prolongar su marginación política y están esperando su turno para rescatar el sello justicialista y ponerlo a salvo de las vicisitudes de la experiencia K. Aquí, en este escenario, se está jugando el campeonato del futuro político inmediato del país.
–Al principio de la entrevista estableció ciertas similitudes y diferencias entre el peronismo y el PRI. ¿Considera que el peronismo podría convertirse en una maquinaria electoral que supere las tensiones que están a la orden del día y regule su propia sucesión similar al PRI, ya ahora a casi cuatro décadas de la muerte de su líder y fundador?
–No tengo ni idea. Estamos ante una caja de Pandora: nos sorprende siempre.

¿POR QUE JUAN CARLOS TORRE?

El oficio del peronólogo


“Uno de mis esfuerzos es desembarazarme del peronólogo y dedicarme a otros entusiasmos. Pero debo confesar que no soy muy disciplinado y de tanto en tanto vuelvo con una frase o con un libro sobre estas temáticas”, señala Juan Carlos Torre antes de comenzar la entrevista. Graduado en la Universidad de Buenos Aires y doctor en Sociología por la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París, acaba de dar a conocer Ensayos sobre movimiento obrero y peronismo (Siglo XXI Editores), en el que reúne una serie de artículos sobre ese movimiento central en la vida política de la Argentina de las últimas siete décadas. Allí, examina los antecedentes de su irrupción y se pregunta por qué no existió un fuerte movimiento obrero socialista en el país; vuelve a indagar en la gestación del vínculo entre trabajadores, sindicatos y la figura de Juan Domingo Perón y analiza el resurgimiento del sindicalismo peronista como grupo de presión autónomo entre 1955 y 1976.
De esta forma, estos textos se suman a otras obras fundamentales como La formación del sindicalismo peronista, La vieja guardia sindical y Perón. Sobre los orígenes del peronismo. El gigante invertebrado. Los sindicatos en el gobierno, Argentina 1973-1976. También compiló otro libro esencial: Los años peronistas, 1943-1955, el tomo VIII de la colección Nueva historia argentina de la editorial Sudamericana, publicado en 2002.
En su despacho de profesor emérito de la Universidad Torcuato Di Tella, destaca que hay nuevas generaciones de investigadores que están trabajando con mucha fuerza sobre temas del peronismo. Y resalta que, en la última década, proliferaron trabajos que avanzan sobre aspectos del peronismo de los años clásicos que aún no habían sido contemplados, como los estudios sobre el desarrollo de este movimiento político en el interior.
Konex de Sociología en 1996 y el Premio Bernardo Houssay a la Trayectoria Científica en 2010, Torre ha sido profesor visitante en diversas instituciones de América latina y Europa, y obtuvo la Beca Guggenheim. Además de sus clásicos sobre el peronismo, escribió El proceso político de las reformas económicas en América latina.

(publicada en el diario Página/12, 21 de enero de 2013)